martes, 21 de febrero de 2012

Psicología / Meditación para la vida cotidiana




Mindfulness, un recurso contra el estrés
Los expertos aseguran que mejora el control de las reacciones impulsivas, aumenta la tolerancia al dolor y reduce la ansiedad.
Hoy, Martín Reynoso y Marina Lisenberg son dos de los profesionales jóvenes que coinciden en una propuesta llamada mindfulness, una palabra del inglés sin traducción exacta al castellano. "Podría entenderse como «presencia mental» o «atención plena» -explica Marina Lisenberg, que dirige su propio emprendimiento, Attentia, y trabaja con el Centro Privado de Psicoterapias-. Es un término que deriva del idioma pali, vinculado con el budismo, que usa la misma palabra para denominar la mente y el corazón."

"Es un aprendizaje que permite detenernos en el espacio y el tiempo, y sentir cómo estamos viviendo -explica-. Tenemos distintos niveles de atención. La mayoría de la gente, cuando intenta concentrarse, tiene una mente que va y viene, es una mente saltarina. Y el problema es que es poco el tiempo en que esa mente está fluyendo en presente: nos duchamos pensando en la agenda del día, no en el baño? gran parte del día lo hacemos «en automático». Esta técnica enseña un uso consciente de la atención que nos permite tomar las riendas de nuestra mente."

En 2000, Clara Badino trajo al país a Jon Kavat-Zinn; luego ella fundó y dirige aquí Mindfulness Argentina, cuyo equipo integra Martín Reynoso, que también da cursos sobre la especialidad en el Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco).
"Kavat-Zinn lo aplica desde hace 30 años en el Centro Médico de la Universidad de Massachussets; él pudo trazar un puente entre las prácticas de meditación orientales y el Occidente, quitándole el aspecto religioso o místico", afirma Reynoso.
Pero, ¿es necesario transformarnos en monjes tibetanos frente a nuestras computadoras o viajando apretados en el subte? "No, no es necesario quedarnos quietos, sentados o a oscuras -aclara-. Casi todas las meditaciones se concentran en una primera parte: respiración, sonidos, sensaciones corporales. Acá se pasa de una meditación en concentración a una meditación en totalidad: sentir y observar todo lo que está ocurriendo, con todos los sentidos. Cualquier experiencia cotidiana puede ser objeto de entrenamiento: desde ir en el subte y ver qué pensamientos generás cuando alguien te roza, hace calor o mucho encierro, y cómo la mente va procesando toda esa información."
Lisenberg, que trabaja con familias, indica que algunas mamás gracias al entrenamiento se manejan mejor con sus chicos al volver a casa después de una dura jornada laboral y las espera el baño, la comida, los deberes. No es magia, aclara, sino entrenarse para poder decidir de qué manera responder.
"Una cosa es que me hayan chocado y yo me escuche interna insultando al que me chocó y otra cosa es que me dé cuenta de que me chocaron y aun con una rabia terrible sea consciente de mi enojo y elija, en forma consciente, abrir la boca e insultar", ejemplifica la psicóloga, que admite que muchas emociones (el enojo o el miedo) son "difíciles de surfear"
La iniciación supone ocho reuniones de 2,5 horas, una vez por semana y un entrenamiento diario de 45 minutos por cuenta propia. Está indicado en personas con trastornos de ansiedad, pánico o enfermedades asociadas al estrés. Puede servirles a grandes, chicos y a familias enteras: comer, por ejemplo, es un espacio ideal para la práctica de la atención consciente y puede mejorar cuadros digestivos, como le sucedió a Reynoso, que, ya psicólogo, se acercó a mindfulness por una solución para su malestar.
"Esta práctica puede ayudarnos a desacelerar el vertiginoso ritmo con el que vivimos -reflexiona Lisenberg-. No creo en una única solución para los males del mundo. Esta es una. Hay muchas. Todas abren puertas. Nosotros somos el científico, el experimento y el laboratorio."

Este artículo fue tomado del diario la Nación.

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